El futbol ecuatoriano tocó fondo. El paro decretado por la agremiación de futbolistas, la huelga que ha dejado sin campeonato durante una semana, es la crisis más dura que ha debido afrontar la dirigencia del país.

No más engaños, basta de promesas incumplidas, exigimos respeto. Bajo esos preceptos se construyó esta medida de hecho, que debió implementarse hace mucho tiempo atrás.

Por dura que sea la lección, esta debe servir para reflexionar, analizar a fondo y sin revanchismos, sincerar el tratamiento económico que no puede, ni debe estar lejos de la realidad del país. Hay que poner los pies sobre la tierra y manejar presupuestos reales, con responsabilidad. Solo así, arrimando el hombro todos, podremos encontrar el camino para reconstruir este quebrado fútbol ecuatoriano.

La responsabilidad es de todos, aquí nadie “se baja de la camioneta”. Los dirigentes de clubes, salvo excepciones, manejaron sus instituciones irresponsablemente y sin respeto alguno a los presupuestos y peor para  sus jugadores.

La FEF con su actitud pasiva, permitió que la irresponsabilidad crezca. Jamás reguló, normó o legisló para evitar la debacle. Solo prestó atención a la selección, que manejó un presupuesto muy alto, sin atender a la célula básica para su funcionamiento, los clubes.

Los jugadores con pretensiones  desmedidas, con exigencias y presiones para obtener salarios irreales, premios y primas jugosas aceleraron la caída en picada.

La prensa y los aficionados, ese monstruo de mil cabezas, que clama éxitos y títulos sin importar el cómo, cuándo y cuánto también ha contribuido a la debacle.

Decía Einstein, que la crisis es una oportunidad para mejorar. Que esta crisis sirva entonces, para replantearnos políticas, procedimientos y con seriedad, honestidad recuperemos el fútbol que tanto amamos.

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